La dictadura más estable

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Colombia es un país que se encuentra, por así decirlo, a la entrada de Latinoamérica. Es una suerte de bisagra entre nuestro continente y el pasaje centroamericano hacia los EEUU. Se imaginarán, entonces, la importancia política de su territorio o, para ser más precisos, su imperativo geopolítico. Un gringo se dio cuenta de esto, se llamaba Lewis Tambs. Estaba vivo la última vez que averigüé sobre él, trabajando en las diferentes administraciones del poder imperial dirigido desde la secretaría de Estado con sede en Washington.

Él tenía una tesis: para controlar Latinoamérica había dos regiones de vital importancia sobre las cuales establecer influencia: el corazón o triángulo geopolítico: Bolivia; y la puerta de ingreso: Colombia y Panamá. Dijo esto allá por los 60s. Desde entonces, el gobierno de los EEUU ha concentrado particular interés en ésta zona, haciendo de Colombia su principal socio estratégico en la región, a cuyo Estado le ha proporcionado incalculables sumas de dinero y asistencia militar para asegurarse de que cualquier gobierno que emerja en este territorio no diverja en intereses respecto a los suyos.

Es una cosa curiosa la cooperación estadounidense. A Corea del Sur y Europa Occidental, su ayuda les ha resultado ciertamente beneficiosa, y han llegado a alcanzar niveles de desarrollo económico y social innegablemente altos, aunque para ser lo que son muchas veces tuvieron que negarse rotundamente a las recetas sugeridas desde el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, que, como sabemos, son una suerte de viceministerios de la cartera de economía y finanzas de los EEUU.

Pero para otros países, como Colombia, su ayuda se ha traducido en la construcción de Estados policiacos y pretorianos donde el uso de la fuerza en contra de todo movimiento popular es la lógica fundamental, básica y subyacente al funcionamiento de su sociedad. En lógica respuesta, organizaciones sindicales obreras y campesinas tuvieron que responder afirmativamente a esa declaración de guerra desde los sectores oligárquicos respaldados por el imperio del norte mediante la organización de fuerzas rebeldes, entre las cuales destacaron, por mucho tiempo, las FARC y el ELN de Colombia.

A partir de entonces, Colombia ha sido históricamente uno de los países más violentos de toda la región, con cientos y cientos de líderes sociales y dirigentes sindicales asesinados anualmente con absoluta impunidad, sistemáticamente, como si vivieran perpetuamente bajo un régimen político de excepción, es decir, donde la Constitución no es válida para determinadas clases e individuos. Un Estado de Excepción permanente, en nombre de la paz y el orden. Colombia es la dictadura más estable de nuestro continente.

Desde 2016, más de 900 líderes sociales fueron asesinados en Colombia, año en el que por fin se habían firmado los Acuerdos de Paz entre el gobierno del Manuel Santos y las FARC-EP. Seguidamente se organizó un plebiscito para refrendar aquellos acuerdos, donde la mayor parte de la sociedad colombiana se inclinó, curiosamente, por el No, lo que fue aprovechado por los sectores más reaccionarios representados por Uribe para continuar el asedio contra ex guerrilleros y todo descontento con el estado de cosas actual de aquel país.

Con tal preeminencia de la fuerza sobre todas las dimensiones de la vida social colombiana, no fue difícil para su gobierno agudizar los peores rasgos del modelo neoliberal hasta pauperizar a casi la mitad de su población, con guetos de miseria creciendo cada día más. No es de sorprender, entonces, que el pueblo se haya levantado, explotando en ciclos de protesta en 2017, 2019, 2020 y éste año, cada uno con su cuota de mártires como Lucas Villa, y la treintena de muertos que la actual coyuntura de descontento generalizado ha reclamado.

Colombia es la dictadura más estable de la región, por lo cual temo por las vidas de los valientes rebeldes que hoy se levantan contra sus opresores. Porque no es sólo una dictadura a lo que se enfrentan, sino también al imperio más poderoso de la historia de la humanidad. Les deseo mucha suerte.

Carlos Moldiz  – Colectivo Revolucionario Plurinacional

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