Pronunciamiento del Colectivo Revolucionario Plurinacional:

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AVANZAR DEL TRIUNFO ELECTORAL A LA CONSTRUCCIÓN DEL PODER POPULAR

  1. RECONFIGURACIÓN DEL ORDEN MUNDIAL

Desde la transformación de la comunidad en sociedad, la historia de la humanidad ha estado signada por un elemento permanente, la lucha de clases, que es la lucha política por el control de la economía y del poder.

En las condiciones actuales, el capitalismo concentra la fuerza del poder en las grandes empresas multinacionales (organizadas en oligopolios); que representan el 1% de la humanidad, pero que controlan la economía, vida y posesiones del 99% restante; estas empresas multinacionales que compiten entre sí,  han creado contradicciones o alianzas entre Estados, para enfrentarse entre sí o para agredir a los pueblos en busca de materias primas y mercados.

Concluida la Segunda Guerra Mundial, sobre las ruinas de Europa, Rusia, Japón, y el sufrimiento neocolonial de América latina, Asia y África, surge el imperio norteamericano para imponer un sistema económico, producto del acuerdo de Breton Woods, bajo la egida del patrón dólar.

El neoliberalismo, que se imaginó como la receta salvadora de las repetidas crisis del capitalismo, tuvo por decenas de años el control de la economía mundial y de las manifestaciones políticas, hasta lograr con la caída de la Unión Soviética,  el poder unipolar en el planeta. A finales del siglo XX Estados Unidos se convirtió en la principal y única potencia mundial convirtiendo toda la geografía del orbe en un gran escenario de guerra

No debemos olvidar que en el capitalismo el origen de la riqueza está en la esfera de la producción a partir de la explotación del trabajador y en gran escala de la opresión de unas naciones sobre otras, gracias al poder del imperialismo. Al lograr el dominio unipolar, EE. UU. transporta sus unidades productivas a otras regiones del planeta donde la fuerza de trabajo es sobreexplotada por la vía del salario, pero también otorga al capitalismo financiero, es decir a la banca privada, el timón y la dirección de la economía mundial. Dicho de otra manera, es el capital financiero y comercial que se impone sobre el capital productivo.

En esa contradicción, se producen grietas en la esfera de la producción hegemónica, dando paso a iniciativas -también de lógica capitalista-, que empiezan a surgir en diferentes partes del mundo, como China, Rusia, India, Sud África, Brasil, Irán, que vuelven a instalar el concepto de la multipolaridad a nivel planetario. En la actualidad el poder omnímodo del imperialismo ya no es tal. EE.UU. está perdiendo su hegemonía mundial. Las políticas proteccionistas de Trump y su estilo arbitrario, no lograron reposicionarlo.

Joe Biden, apresuradamente, ha elaborado una “nueva” estrategia para demostrar al mundo que su modelo de democracia no es una reliquia de la historia, y su propósito es reconstruir EE.UU. para reposicionar su liderazgo, es decir, restablecer el mundo unipolar. Con ese fin, ha definido como enemigos del predominio occidental a Rusia, China e Irán principalmente, poniendo enseguida el desarrollo de una estrategia guerrerista diseñada por las multinacionales para seguir manteniendo sus privilegios.

Para evitar el multilateralismo, está desarrollando nuevos tipos de guerra no convencional contra todos los países que no aceptan su hegemonía o que pretenden quitarse las garras del águila norteamericana de sus espaldas, estos nuevos tipos de guerra son:

Terrorismo de Estado,  desplegando su doctrina de seguridad nacional para eliminar físicamente al enemigo interno; Guerra económica, cercos, bloqueos, incautaciones, expropiaciones de recursos, sanciones a entidades financieras, prohibiciones a industrias; Guerra mediática (Operaciones psicológicas a gran escala, uso de los medios de comunicación para dominar las mentes de los ciudadanos de los países con intenciones soberanas); Guerra jurídica o lawfare (es la judicialización de la política para destruir sin armas al enemigo, inhabilitación moral de los líderes);  injerencia para la implosión de problemáticas no resueltas en los estados nación (regionalismos, separatismos, racismos, luchas religiosas); Guerra biológica (pandemias, epidemias); Guerra tecnológica que implica nuevas revoluciones en la industria especialmente de las comunicaciones (popularización del uso de ordenadores y sus aplicaciones, comunicación celular y satelital, uso de la tecnología del 5G);   desarrollo de nuevos modelos tecnológicos o guerras cibernéticas (aplicación de los avances de la ciencia en objetivos militares, como los atentados en Venezuela; el conocimiento del cosmos y la colonización de la Luna y Marte y así como el masivo control de la mente humana). La aplicación simultánea de estas formas de la guerra sobre un mismo objetivo se denomina “el Espectro Total”,  antesala de un golpe blando o de una intervención militar abierta, el caso de la agresión contra Irán y Venezuela,  que son ejemplos de una silenciosa Tercera Guerra Mundial que vivimos y sufrimos, sin apenas darnos cuenta.

El desarrollo de esta estrategia belicista y sus acciones de injerencia, se justifican ante sí como  la “defensa de la democracia”. Por ejemplo, dos grandes acontecimientos mundiales, como la represión criminal en Colombia y la agresión genocida de Israel contra los palestinos cuentan con el respaldo de EE. UU.  Esas actitudes muestran la hipocresía de la supuesta defensa de la democracia. Por otra parte, su accionar diplomático en la ONU está dirigido a impedir la solidaridad de los pueblos utilizando el derecho a veto que posee, que también es antidemocrático.

En la contradicción actual entre unipolaridad y multipolaridad se disputa el control de la tecnología, la energía, los recursos y las áreas estratégicas a escala planetaria. El tema de fondo es que estamos atravesando por un momento de reconfiguración del orden mundial.

  1. ESTADOS UNIDOS, SU ESTRATEGIA HACIA LATINOAMÉRICA Y BOLIVIA EN LA RECONFIGURACIÓN DEL ORDEN MUNDIAL

Debemos partir de un axioma: a la hora de defender los intereses norteamericanos en América Latina, demócratas y republicanos son la misma cosa. Donde difieren es en sus formas de aplicación de su hegemonía, unos usando armas fomentado las dictaduras y, en otros casos, la democracia representativa, de acuerdo a sus intereses y su correlación de fuerzas a nivel mundial. Baiden no es mejor ni más bueno que Trump, es el representante de los halcones y por eso potencialmente más afecto al uso de la violencia para controlar a países en los que tienen intereses.

En este escenario, EE. UU. no cejará su injerencia y conspiración hacia países como la Argentina, México, Bolivia  o Nicaragua que se han convertido en blancos del imperialismo por varias razones, pero principalmente por tener gobiernos soberanos y antiimperialistas (sin ser necesariamente anti capitalistas), además de haber asumido acuerdos estratégicos con China,  Rusia e Irán, que rompe  la tradicional política norteamericana de considerar a nuestros países como su “patio trasero”.

No amerita mayores explicaciones la guerra abierta, criminal y manifiesta del imperialismo contra Cuba y Venezuela, proyectos políticos de proyección anticapitalista que están mostrando una capacidad de resistencia heroica por décadas en nuestra región.

Para lograr su objetivo de recuperar su influencia en la realidad mundial, Bolivia se constituye en un punto geoestratégico de primer orden, porque somos poseedores de riquezas naturales imprescindibles para su recuperación económica y tecnológica, como son el litio, las tierras raras (Que en la actualidad son exportadas como basura o impurezas de otros minerales), variedad de minerales y la geografía que permite la unión interoceánica más corta. Esas fueron las razones profundas del golpe de Estado de 2019.

El desarrollo  para desestabilizar al gobierno boliviano, sincroniza acciones de tipo político con operaciones militares. Esto significa, que no recurrirá al clásico golpe de Estado, sino que reforzará formas de la guerra mediática, esperando lograr la implosión de las fuerzas internas del proceso de cambio. Para ello se propone usar la guerra psicológica, la manipulación mediática y el uso político de las instituciones mundiales (ONU), regionales (OEA) y nacionales, especialmente ONGs bajo su control. Modelo ya aplicado contra Evo Morales; sumado a esto la cooptación y sumisión de dirigentes sociales y políticos, que  traicionan a los líderes y al proceso.

  1. LA REVOLUCIÓN DEMOCRÁTICA CULTURAL, LA TRANSICIÓN QUE SE DEBE PROFUNDIZAR

Más de dos décadas de neoliberalismo, un sistema de democracia pactada y de democracia tutelada por la embajada americana habían creado el agotamiento del modelo neoliberal, produciendo un real vacío de poder.

Este vacío de poder debía ser llenado y esta posibilidad de acceder al poder del movimiento antineoliberal formado por varias instancias de organización popular se fue construyendo en años,  que se materializó en diversas expresiones  de lucha movilizada que incluyeron a todos los explotados y excluidos. Puede afirmarse que entre finales de la década de los 90 y principios del nuevo milenio, el pueblo ya era poder en las calles antes de acceder al gobierno del Estado, resultado del triunfo electoral del 2005.

El proceso de cambio propone la construcción de una nueva democracia, la democracia directa, popular, comunitaria e intercultural. Entonces, en Bolivia, surge un periodo, de la Revolución Democrática, pues empodera y da participación a los excluidos otorgándoles por primera vez en la historia, la calidad de ciudadanos plenos y por tanto, con todos los derechos para acceder al poder sin mediaciones o intermediarios.

Pero, a este periodo, también se lo caracteriza como Revolución Cultural. El Estado reconoce a las 36 nacionalidades que lo constituyen, declarándose Estado Plurinacional y Comunitario. Estas nacionalidades son reconocidas en todas sus dimensiones y se plantea su participación efectiva al interior del proceso de cambio.

Por eso, el proceso de cambio en sus casi 14 años puede caracterizarse como un periodo revolucionario en dos aspectos: Revolución social pues produce un proceso de inclusión social, que implica un verdadero cambio de estructuras ya que los excluidos, especialmente los indígenas. Nunca más aceptaran el yugo de la opresión racista y de casta que los situaba como ciudadanos de segunda categoría. También, es una revolución cultural, pues las nacionalidades han instalado en el entramado de la sociedad colonial sus propios valores culturales y espirituales con tal fuerza, que tampoco podrán ser devaluados como en el periodo republicano.

Eso no significa que se haya producido un cambio de todas las estructuras en la sociedad boliviana. En el objetivo de transformar la formación social y económica de Bolivia el periodo de los 14 años ha mostrado avances en una primera etapa y retrocesos en los últimos años. Sabemos que, si  no se avanza en la expansión y el fortalecimiento de lo comunitario agrario y urbano, el principal modo de producción mantendrá y fortalecerá su lógica capitalista. Del mismo modo, la relación estado sociedad  o estado economía, seguirá teniendo la forma del estado capitalista  republicano, a pesar de la formalidad constitucional de Estado Plurinacional, sobre todo si  sus instituciones fundamentales (poder judicial, fuerzas armadas y policía entre otras) y las normas que rigen a la sociedad toda (tributarias, penales, civiles), siguen respondiendo a una lógica republicana y colonial.

Un grave error fue considerar que elevando el nivel de consumo de los sectores más empobrecidos, se creaba conciencia política y que se cosecharía lealtad y gratitud de los redimidos. El resultado fue que se generó un ejército de consumidores incapaz de defender los logros alcanzados.

  1. LAS ENSEÑANZAS DE NUESTRA HISTORIA.

Cada proceso revolucionario, por sus características propias de organización, tiene diversas formas de manifestarse en sus aciertos y sus errores. No  asumir una posición autocrítica frente a ellos hace que las manifestaciones negativas de nuestros errores aparezcan  magnificadas ante la población y multiplicados por la acción mediática. La derecha al no tener un proyecto alternativo, se alimenta de nuestros  errores y gana adeptos con ellos.

El propio proceso histórico y revolucionario nos otorga los métodos para superar  los errores y no transgredir nuevamente en ellos. Tenemos las condiciones, existe la participación de las organizaciones de masas, para superar nuestros errores, pero cuando no se asume la autocrítica, nuestro proceso comienza a debilitarse y a perder el respaldo popular. La solución que la historia nos muestra, como en agosto de 2020, es una participación más directa de las masas en las decisiones y en la soluciones de los problemas, desterrando la práctica oportunista del cuoteo.

La insurrección del 9 de abril de 1952, ha sido producto de una larga lucha de campesinos indígenas, trabajadores de las minas, del campo y las ciudades. Las consecuencias de esas luchas fueron masacres, persecuciones, presos, torturados, asesinatos. Esa victoria lograda con enfrentamientos cruentos con el ejército de la oligarquía minero – feudal, terminó con un gobierno que no era del pueblo y menos de la clase obrera. En esta etapa de nuestra historia se ve la presencia imperialista del gobierno de los Estados Unidos de América y su interés en nuestros recursos naturales  no renovables, minerales e hidrocarburos.

En octubre de 1982 el pueblo recupera la democracia y asume el gobierno la Unidad Democrática Popular (UDP). El costo de ese proceso es asumido por las mismas fuerzas populares. Pero el poder no fue del pueblo ni de la clase trabajadora. En este periodo, la presencia del Fondo Monetario Internacional son los instrumentos que manipulan la economía del país y son los instrumentos del imperialismo que preparan el reinado posterior del neoliberalismo.

La victoria electoral de diciembre de 2005 ha sido producto del mismo sacrificio, de los mismos actores contra los mismos enemigos dirigidos y manipulados por el mismo imperialismo. Aquí se acomoda una reflexión, tomar el gobierno no es ni por asomo igual que tomar el poder. Desde el gobierno se ha construido una conducta activa en resolver necesidades, sin desarrollar las condiciones políticas e ideológicas que hacen posibles esas actividades. En  consecuencia, no se construyó el espíritu revolucionario para hacer sostenibles las soluciones de las necesidades. Se debe resaltar que son el imperialismo y sus agentes internos en el país, los que no permitieron y que no permitirán que los recursos se gasten en el pueblo  y que favorecen el enriquecimiento de las empresas transnacionales.

Construir el Poder Popular es asumir medidas concretas que conserven lo avanzado  y profundicen el proceso, como la recuperación plena de los recursos mineros y su transformación industrial, alrededor de los cuales se puede organizar el pueblo. El Estado es un espacio de poder, pero de toda la sociedad.  Construir poder popular significa que los movimientos sociales tienen que disputar ese poder. Para eso es indispensable la presencia de lo indígena – campesina, de la obrera y todos los sectores populares movilizados en sus centros de trabajo, comunidades de base y también en el gobierno, para participar en la planificación, ejecución y evaluación de las medidas económicas, sociales y políticas ejecutando  medidas del programa. Sin embargo, hemos  comprobado a lo largo de estos 14 años que estar en el gobierno es  insuficiente para democratizar al Estado burgués, menos si no se es consecuente en  avanzar a los objetivos estratégicos, por  eso se necesita de una gran acumulación de fuerzas populares, desde el punto de vista organizativo e ideológico, que sea capaz de aglutinar a las mayorías de las ciudades y el campo en torno de  proyectos de construcción de organización social que controlen al Estado y avancen en la  transformación  del  Estado para estar al servicio de las mayorías.  En eso consiste el poder popular, en el ejercicio del poder desde abajo y desde arriba. Lo contrario es sólo tener el gobierno, más no el poder y reproducir la vieja historia de que el pueblo pone el cuerpo para que otros ejerzan el poder.

El período de noviembre 2019 a noviembre 2020 no fue, por cierto. el “fin de época” que pregonaba la derecha. Fue el momento para plantearse una gran interrogante  ¿El MAS ha logrado o logrará superar el “posibilismo” que nos condujo al golpe de Estado y que ha podido ser revertido solo por la acción espontánea de las masas?

Hemos asumido que  las causas internas del golpe fueron: primera, haberse cercenado  la democracia como autodeterminación desde el Estado; segunda,  la fetichización del poder por los de abajo. Estos factores conjugados dieron lugar al fenómeno denominado sustituismo, donde el bloque histórico – popular es sustituido por el Estado y sus funcionarios, con el consiguiente abandono de los objetivos estratégicos que dieron origen al proceso, y que fueron ratificados en el Congreso Nacional del MAS – IPSP de 2016 con la aprobación de su tesis titulada “Socialismo Comunitario hacia el Vivir Bien”. La tesis surge de la fusión de los proyectos indígena originario campesino y el de la clase obrera, que en su contenido expresan su carácter anticolonial, antiimperialista y anticapitalista.

  1. EN OCTUBRE DE 2020 SE HA GANADO EL GOBIERNO, PERO NO EL PODER

En octubre de 2020, con el contundente triunfo en las elecciones, se ha ganado nuevamente el gobierno, más no se ha conquistado el poder, que en los últimos 14 años del proceso también fue el problema principal como se presenta en toda revolución. Para ello las fuerzas del campo popular tienen que tener claro que deben derrotar a la oligarquía financiera dependiente de nuestro país, pero también enfrentar al poder mediático, que es el otro pilar del poder de las clases dominantes, y, culminar la tarea de reestructurar los órganos represivos del Estado (FF.AA., Policía y Justicia).

Las fuerzas populares tienen que avanzar en la conquista del poder, asumiendo medidas que preserven la soberanía nacional y que beneficien a las masas, así sean simples reformas, porque  cualquier reforma que atente los intereses de las clases dominantes desatará el infierno de la contrarrevolución. Más claro, no hace falta una revolución para desencadenar una contrarrevolución. Por ello, no puede caerse en la utopía de pensar que existe una oposición leal. Cuando no es gobierno la derecha, siempre será conspirativa y destituyente.

En los dos últimos procesos electorales, la derecha nuevamente ha demostrado que no tienen un proyecto de país, no tienen partidos políticos organizados y menos con representación nacional, siguen recurriendo a líderes políticos vetustos los nuevos liderazgos regionales están empapados de racismo y fascismo, sus intereses y ambiciones políticas son diversas y existen pugnas profundas entre ellos. Sus mejores armas desestabilizadoras no están precisamente en sus expresiones políticas, sino en otras instituciones que se han constituido en núcleos orgánicos de la derecha. En primer lugar se destaca los monopolios de la comunicación, eficaces instrumentos para controlar la mente y corazones de la gente, además de ser la vanguardia de la oposición derechista. Luego están los comités cívicos, que son entes orgánicos encargados de organizar los grupos de choque o paramilitares; en las universidades públicas y privadas se han concentrado los intelectuales orgánicos del neoliberalismo que influyen decisivamente en los estudiantes; los colegios de profesionales, como el colegio médico. La Jerarquía de la Iglesia católica ha convertido sus pulpitos en tribunas políticas, donde se justifica y defiende el golpe de Estado de noviembre de 2019 y donde se bendice los asesinatos de Añez y sus ministros en Sacaba y Senkata, ignorando  a las familias que claman justicia por la pérdida de sus seres queridos.  En otras palabras, utilizan todas las instituciones y factores que sirven para sus fines desestabilizadores. Ante la ausencia de propuestas, la derecha tiene que recurrir constantemente a Washington tanto para la elaboración de estrategias como para el  financiamiento de sus actividades. No tienen una pizca de dignidad, como esa delegación de parlamentarios que se fueron a reunir con Almagro.

Esta derecha es reactiva, hace política en torno de los errores o limitaciones del gobierno, o a cerca de las declaraciones o actividades del Jefe del MAS, carece de propuestas e iniciativas. Por ello mismo, el gobierno debe encarar los grandes problemas coyunturales, la pandemia y la crisis económica, bajo el mandato recibido en octubre de 2020, que la crisis la deben pagar los más ricos, como el sistema financiero, que sigue recibiendo jugosas ganancias; consolidar el control del Estado sobre los recursos naturales, como la minería, principal rubro de exportación en la actualidad; apresurar la reactivación productiva y el proceso de industrialización del litio, el hierro y otros. En síntesis, no caer en la tentación de las voces de sirena que provienen del fondo del neoliberalismo, incrustados en nuestras filas o las tradiciones del empresariado privado.

Si el gobierno no se complementa con la dinámica en la calle, no se podrá avanzar. Un gobierno que se precie de revolucionario y no cuente con el pueblo organizado y concientizado, está perdido. Para ello, es imprescindible fortalecer y reestructurar el instrumento político. Esto no significa minimizar la influencia de los movimientos sociales, pero estos no pueden sustituir la dirección política del instrumento, en la tarea de ofrecer una visión completa del proyecto emancipatorio, superadora del espontaneísmo de las masas. Se debe construir un instrumento político capaz de organizar a las masas para defender lo conquistado y hacer avanzar la rueda de la historia hacia el objetivo estratégico. El salto revolucionario, solo es posible asegurando una adecuada correlación entre la dirección del instrumento, sus cuadros intermedios y la base social.

Las contradicciones internas que se han visibilizado al interior del MAS después de las elecciones, no puede resolverse por vía administrativa, como la depuración mediante estatutos partidarios, eso ya ocurrió en la izquierda tradicional. El MAS nació, más allá de sus limitaciones, como una expresión política de las organizaciones sociales, cualquier olvido de sus cauces originales, le convertirían en un “partido sistémico”, es decir, en un actor más de la democracia liberal. Su esencia como expresión liberadora está en la autodeterminación de las masas, es decir en la democracia comunitaria, obrera y popular, que junto a su contenido descolonizador, antiimperialista y anticapitalista es la base para reconstituir el instrumento y salvar la unidad del bloque nacional popular. La modernidad proclamada por algunos es simplemente la ilusión para que el capitalismo salvaje siga predominando.

Así como no se puede prescindir del instrumento político, como requisito indispensable de las transformaciones revolucionarias, tampoco podemos caer en la trampa de la “lucha generacional” o de la “renovación por la renovación”. Todo proceso histórico, como la Revolución Democrática Cultural, es resultado de una larga lucha de acumulación del pueblo boliviano, expresados principalmente en la lucha de resistencia, descolonizadora y anti sistémica de los pueblos indígenas, del proletariado, de estamentos de los sectores medios, es decir, del conjunto del pueblo boliviano. Debemos reivindicar los aportes de los líderes en cada momento de la historia, porque ellos son resultado de la lucha colectiva, y los nuevos liderazgos surgirán si aprenden las lecciones de la historia y de la experiencia de nuestros mayores. La renovación no surge repitiendo las formulas ideológicas del enemigo o imitando sus prácticas oportunistas. Debemos estar convencidos, siempre, que los protagonistas de la historia son los pueblos y sus líderes son aquellos que mejor representan sus intereses.

En este escenario, la concientización política, la educación o formación política, es una condición esencial del triunfo, tanto para fortalecer las organizaciones sociales como para el despliegue del instrumento político.

Finalmente, nada de lo expuesto es viable, si no hay un programa claro de transformaciones que viabilice el instrumento político y sea apuntalado por la movilización de masas. Estos tres pasos deben marcar el futuro rumbo del proceso de cambio.

  1. ACCIONES PROGRAMÁTICAS PARA AVANZAR

Las medidas políticas, económicas, sociales y culturales deben ser para fortalecer el control del Estado sobre nuestros recursos y fortalecimiento de las empresas estratégicas con el objetivo de generar recursos frescos, generar empleos, cambiar el patrón de acumulación, reforzar la soberanía, creando las condiciones para hacer realidad el Vivir Bien .

  • Vigorizar el control del Estado sobre los recursos naturales y continuar con el fortalecimiento de las empresas estatales y estratégicas de la producción.
  • Organizar el COMITÉ DE LA MINERÍA ESTATAL, que surja desde las organizaciones de trabajadores, para lograr la Reestructuración de la COMIBOL y recuperar el control de los recursos mineros en manos del Estado y desarrollar la cadena productiva completa, que implica la industrialización de todos los minerales en condiciones de responsabilidad y cuidado de la Madre Tierra, para darles valor agregado. Se debe romper el sabotaje de las transnacionales que exportan minerales estratégicos, como las tierras raras, como basura sin ningún beneficio para el país.
  • La coherente y acelerada industrialización del litio. Evaluación de los proyectos hasta ahora avanzados, corrección de rumbo industrial siempre en función de los intereses plurinacionales.
  • El control de la Amazonía y la Chiquitanía, por ser territorios de ingente riqueza biológica, reservorio de agua dulce y potencial espacio de riquezas hasta el presente no confirmadas. Evitar su quema y ampliación de la frontera agrícola.
  • Comprender que el conocimiento y acción en estas temáticas, resultan acciones de defensa estratégica del Estado Plurinacional.
  • Reestructuración de las FFAA, Policía Boliviana y el Poder/Sistema Judicial transformando sus estructuras y doctrina en función de los intereses plurinacionales.
  • Crear un sistema de comunicación con participación estatal y medios sindicales, populares y alternativos para concretar el derecho a la información del pueblo boliviano en todos los escenarios. Reconducir los recursos del Estado, que actualmente beneficia a los monopolios de la información.
  • Profundizar el SUS, como la estrategia principal que haga efectiva el acceso a la salud para todos los bolivianos, con gran atención en el fortalecimiento del primer y segundo nivel de atención.
  • Definir un Plan de Contingencia con participación social para continuar enfrentando los efectos de la pandemia.
  • Fortalecer el sistema de educación con mayor participación social.

La Paz, 22 de mayo de 2021

COLECTIVO REVOLUCIONARIO PLURINACIONAL

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