¿Se viene una trifulca al interior del MAS?
Los días previos al aniversario del Estado Plurinacional suelen ser tensos debido a una aparente incertidumbre acerca de cómo se conformará el gabinete ministerial encabezado por el presidente, la máxima cabeza del ejecutivo. Debe aclararse el carácter aparente de ésta incertidumbre, que supone cambios trascendentales capaces de alterar el equilibrio político dentro del gobierno o, incluso, la dirección de su gestión, es decir, su forma de hacer política pública. Pero la mayor parte de las veces, la ansiedad que precede a éste día suele resultar injustificada, pues no se altera ni la correlación de fuerzas dentro del gobierno, ni mucho menos la orientación política de su gestión.
Tal como lo afirmó un columnista en el prestigioso medio La Razón, es ocioso tratar de adelantarse a los resultados de supuestas deliberaciones dentro de las altas esferas gubernamentales y al interior del partido gobernante por el simple hecho de que en muchas ocasiones, los cambios en el gabinete suelen decidirse, si lo hay, a horas de ser anunciados, pues en última instancia, de acuerdo al sistema presidencialista boliviano, es el Primer Mandatario quien decide sobre las personas que serán responsables de las diferentes carteras de gobierno. Sólo él sabe a ciencia cierta lo que sucederá.
No obstante, los medios y las redes sociales le han prestado particular atención a éste momento, debido a un factor en particular: una cada vez menos disimulada pulseta entre dos figuras prominentes dentro del MAS-IPSP. Hablamos de la evidente rivalidad entre el presidente del partido gobernante, Evo Morales Ayma, y el vicepresidente del Estado Plurinacional, David Choquehuanca. Se espera que la designación, destitución o reafirmación de ciertas autoridades en los muchos ministerios del Ejecutivo revele la correlación de fuerzas entre los dos bloques en disputa liderizados por los dos políticos mencionados.
En esto ha influido mucho la serie de declaraciones hechas por los representantes de diferentes organizaciones sociales que conforman la base política del MAS-IPSP como su instrumento político, tales como la CSUTCB, la COB, los interculturales y otros sectores que forman parte de la estructura orgánica del partido más grande del país, respecto a la necesidad de retirar a tal o cual ministro de su actual cartera por diferentes razones, que van desde la disconformidad con su gestión hasta cuestionamientos a su propia lealtad partidaria y política.
En orden de despejar algunas dudas y malos entendidos que se han estado dando en la opinión pública, queremos proponer una serie de hipótesis teóricas acerca de qué hay de cierto en todas las especulaciones que se hacen al respecto, con el objetivo de reducir la incertidumbre que aqueja a muchos éstos días. Las mismas son tres:
La primera hipótesis parte de la premisa de que la conformación de un gabinete presidencial en Bolivia efectivamente refleja una correlación de fuerzas al interior de lo que algunos llaman la “coalición gobernante” o el “bloque de poder”. Y esto sucede en un doble sentido: primero, como expresión de la influencia que ejercen sobre el gobierno las diferentes organizaciones sociales que constituyen su base social orgánica; y segundo, como expresión de la influencia que ejercen sobre la conformación del gobierno diferentes facciones o grupos de poder dentro del partido gobernante, en éste caso, partidarios del ex presidente Morales versus partidarios del vicepresidente Choquehuanca.
Respecto a ésta hipótesis deben hacerse dos aclaraciones respectivamente: primero, las diferentes organizaciones sociales que forman parte del Pacto de Unidad, así como la COB, entre otras, no se encuentran enfrentadas ni defienden intereses contradictorios, por lo que la conformación del gabinete presidencial dirá poco acerca de cuan poderosa o dominante es cada una sobre las otras, pues todas comparten, abierta o veladamente, una relación de lealtad con el partido gobernante, aunque en diferentes grados, claro está. Y segundo, la conformación del gabinete ministerial tampoco revelará cuál de las facciones dentro del MAS es dominante respecto a las otra debido a que dichas facciones tampoco se encuentran enfrascadas en una contradicción antagónica que requiera la eliminación de una para la supervivencia de la otra.
Me explico sobre esto último. Efectivamente existe cierta tensión entre los dos liderazgos más prominentes del partido gobernante fuera del propio presidente Arce, pero dicha tensión no parte de contradicciones irresolubles desde un punto de vista ideológico, programático y político. Su horizonte sigue orientado hacia la consolidación del Estado Plurinacional y el Vivir Bien. Ambas fracciones son, si se quiere ponerlo de forma simple, de izquierda.
¿Eso quiere decir que es irrelevante cuál de éstas facciones resulte imponiéndose sobre la otra? De ninguna manera. Ciertamente el paradigma crítico con la modernidad e indisimuladamente indigenista de Choquehuanca nos puede llevar a derroteros muy diferentes de a los que podría conducirnos el antiimperialismo radical de Evo Morales. No obstante, se trata de una disputa de horizontes que está fuera de la discusión que un cambio en el gabinete presidencial en ciernes implicaría. Se trata de una discusión para otro momento, en otras palabras.
Lo que nos lleva a la segunda hipótesis o propuesta teórica: la conformación de un gabinete ministerial refleja la orientación que tendrá un gobierno en cuanto a gestión, formulación e implementación de políticas públicas o, en pocas palabras, su dirección política. Al respecto debe tomarse en cuenta los desafíos que el gobierno ha identificado desde que inició su gestión o desde que ganó las elecciones, que priorizan tres dimensiones de la vida del país: superar una triple crisis: económica, sanitaria y política, que dejó casi un año de interrupción constitucional y de la democracia. La superación de cada una de éstas crisis constituye una prioridad para el gobierno de Luis Arce, lo que demanda cierta estabilidad en la gestión de determinadas carteras, como salud, economía, relaciones exteriores y otras.
Antes de resolver qué facción será la que dirija el Proceso de Cambio, se deben resolver cada una de éstas crisis, puesto que de otra forma se arriesga la posibilidad de perder el gobierno en las próximas elecciones en 2025, e incluso la realización exitosa de las mismas. No sólo se debe estabilizar una economía que fue víctima de una conducción irresponsable e incluso de un saqueo deliberado, sino que se debe hacerlo al mismo tiempo que se lidia con una crisis sanitaria a nivel mundial y sin precedentes, al mismo tiempo que se debe resolver las contradicciones, esas sí antagónicas, con las clases dominantes que trataron de restaurar su poder mediante un golpe de Estado en 2019. Es decir, se debe superar la crisis económica y sanitaria al mismo tiempo que se trata de consolidar la restauración de la democracia en Bolivia.
Finalmente, ensayemos una última hipótesis, relativa al liderazgo dentro del gobierno y el partido gobernante, pero nos referimos acá a una noción de liderazgo más amplia que la de figuras individuales, sino a la de las propias organizaciones sociales. Es sabido que antes de que se diera el golpe de Estado de 2019, muchos ya criticaban la falta de iniciativa e incluso la pasividad de la que fueron presas las organizaciones sociales que conforman la base orgánica del MAS-IPSP, que llegaron a delegar la conducción del gobierno y del Estado a invitados provenientes de las clases medias bajo el convencimiento de que la lucha política ya se había resuelto y que se podía delegar la conducción y la gestión técnica del Estado a los que, en teoría, “sabían más”.
Dicho problema fue uno de los más discutidos durante los primeros días del gobierno de Arce, pues quedo patente la necesidad de contar con organizaciones sociales activas, con iniciativa y voluntad de defender lo que se había ganado en las urnas. Tanto el Whipalazo de finales de octubre como la marcha del millón encabezada por Morales a principios de noviembre demuestran que ahora las organizaciones sociales han recuperado su liderazgo, lo que implica que se mantengan más vigilantes que antes no sólo sobre la conformación de un gabinete u otro, sino sobre la propia dirección de la gestión de gobierno, lo cual, por supuesto, les corresponde y a lo cual tienen un derecho innegable. En otras palabras, ya no están dispuestas a delegar la conducción del gobierno a clases medias que evidentemente no estaban a la altura de éste proceso. Aunque eso es ya otra discusión muy diferente.
Para cerrar éste articulo con una nota más personal, deseo compartir una reflexión que me hizo un amigo que, de hecho, se encuentra muy pendiente de lo que suceda éstos días. Me dijo una vez, durante el golpe de Estado y aquellos días de agosto de 2020 en los que se advertía la rearticulación del sujeto popular en Bolivia en contra de la élite que había tomado el poder, “Carlos, la política se hace con la gente, y la gente está llena de virtudes, así como de vicios. Las decisiones que se toman están influidas tanto por sus convicciones e ideas, así como por sus intereses más mezquinos. Lo importante es que, al final del día, es su propia organización y deliberación constante, la que los obliga a tomar las mejores decisiones, a la cabeza del instrumento que ellas han construido”
Yo sé que es así.
Carlos Moldiz – Colectivo Revolucionario Plurinacional