Eduardo del Castillo y su noción de democracia

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Los sucesos acaecidos en Perú representan la grave crisis que atraviesa el sistema democrático peruano, superando con creces las cuestiones de legalidad que revisten la pugna entre el ejecutivo y legislativo. El problema de fondo es político, en el que han caído los partidos políticos organizados en el congreso y cuyo divorcio con su pueblo se hace más que evidente en el descontento generalizado que motiva las protestas bajo las consignas “cierre del congreso”, “que se vayan todos”.

Para llegar a este punto de descomposición, la pugna entre el gobierno del presidente Pedro Castillo y las fuerzas opositoras encaramadas en el Congreso, habían tenido como antecedentes dos intentos de “vacancia” (Golpe desde el congreso), la salida a esta forma de pugna era siempre una salida política y no jurídica, y en el entorno del presidente Pedro Castillo esto no fue entendido en su real dimensión.

El mensaje del ministro del Gobierno boliviano Eduardo del Castillo del Carpio, en su página de Facebook el mismo 7 de diciembre elogiando la “lealtad” de Aníbal Torrez, así como a su “ímpetu democrático”, solo muestra el desconocimiento de los hechos que empujaron al presidente peruano a inmolarse políticamente frente a las cámaras, pero, además, la incomprensión a la importancia que representan las decisiones de gobierno en momentos de crisis. Este elogio claramente es una alusión y una indirecta a quienes fueron ministros de Evo Morales en 2019 que, con una impresionante similitud, renunciaron públicamente mediante las redes en menos de 4 horas, dejando al ejecutivo en la soledad pública y palaciega.

Pero escarbando más a fondo, el premier Aníbal Torres, no solamente indujo al error a Pedro Castillo, sino que, en su entendimiento estrictamente jurídico en su condición de abogado, creyó que la Fuerzas Armadas y la Policía iban a cumplir lo ordenado por el presidente peruano por un simple hecho de apego a la legalidad; es como si se estuviera repitiendo lo acontecido el 2019 en Bolivia, cuando se creía ingenuamente en la “lealtad” hacia la Constitución de las FF.AA. y de la Policía. La realidad horas después demostraría lo contrario, no son las cuestiones de legalidad las que condicionan las relaciones institucionales de poder, sino por contrario, es el poder institucionalizado el que determina cumplir o no la legalidad. La lectura de Aníbal Torrez fue errada, y con ello las acciones de Pedro Castillo inmolaron a su gobierno, generando la crisis actual que no vislumbra solución.

El ministro boliviano en el mismo mensaje, se lamentaba de que las élites peruanas hayan conspirado permanentemente en contra del mandato de Pedro Castillo, pero este “lamento” refleja también un entendimiento pobre sobre la naturaleza de la política y de la democracia. La democracia liberal no es una panacea y son precisamente los gobiernos de izquierda los que están constantemente acechados por el peligro de un golpe, cualquiera que fuesen sus formas, militar, parlamentario, golpe suave, etc.  Por eso la noción de que “queremos que nos dejen gobernar”, debe ser reflexionada en profundidad, puesto que ninguna oposición de derecha ─por muy democrática que se muestre─ dejará gobernar a un gobierno de izquierda, aun cuando sus medidas económicas y políticas sean las más acertadas. Es precisamente la función política de la oposición hacer ingobernable una gestión, o para una mejor compresión, es la pugna por el poder la que conlleva a la conspiración permanente, esto como naturaleza misma de la política.

La lealtad como valor axiológico debe ser siempre valorada, pero también la capacidad de lectura política, máxime si se tiene un panorama adverso y se ejerce funciones de gobierno. Por eso este “elogio” del ministro boliviano a Aníbal Torres muestra su corto entendimiento de que, en la política, la importancia de estar preparado para el momento, tener una lectura correcta y sobre todo tomar una decisión adecuada, son tan relevantes cómo la lealtad a las ideas políticas.

Hoy con más de 18 muertos y un estado de excepción declarado, con las fuerzas armadas en las calles y el descontento de los autoconvocados que no puede canalizarse en una salida política, muestran que el pueblo es quien pone el pecho a las balas y no los políticos, Aníbal Torres y el gabinete de Pedro Castillo, pasarán a la historia política del Perú como tantos otros ministros de los que no se recuerda ni el nombre. Los golpes de Estado pueden tumbar gobiernos, pero siempre será el pueblo el que sufre los avatares de la violencia lacerante de la clase dominante, los muertos siempre corren por su cuenta, y, esta escena nos evoca nuevamente al ejemplo de Bolivia en 2019.

Las lecciones políticas que puede darnos el Perú son relevantes, deducen que, en función de gobierno no puede tomarse decisiones a la ligera, que la lealtad al presidente no basta en las horas de crisis, y que de las decisiones o inacciones de el gobierno depende el pueblo, que un gobierno no puede jugarse su gobernabilidad o sacrificar procesos históricos logrados por el mismo pueblo, que las recomendaciones de los ministros son insumos de las decisiones ultimas de un presidente, y que las decisiones políticas en suma determinan el rumbo de un gobierno.

Igor Estrada – Abogado

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