El ABC de la guerra entre China y Estados Unidos
En este artículo se detalla en pocos párrafos la historia de la guerra entre China y Estados Unidos para comprender este conflicto que los medios de comunicación masiva ocultan o mal informan. Esperamos sea del agrado de todas nuestras personas lectoras. Les invitamos a enviarnos sus comentarios.
La guerra de Estados Unidos con China no es nueva. Vivimos una de sus fases más complejas, pero era algo inevitable. En otras entregas hemos dicho que para 1998, aproximadamente el 51% de la deuda externa de Estados Unidos era con China y el país asiático se opuso al empleo del dólar como moneda de cambio mundial. También hemos mencionado el proyecto de Estados Unidos de Estados Unidos de expandir su dominio por todo el Medio Oriente y bloquear el acceso de petróleo a China, comenzando por Afganistán (2001) e Irak (2003) y su pretensión de derrocar a Bashar Al-Assad en Siria (2010).
Este último hecho implicó un cambio en la distribución del poder militar en el mundo. Rusia se opuso a la invasión de Estados Unidos a Siria y amenazó con entrar en guerra con quien derrocada a Al-Assad. En consecuencia, pasados del modelo del monopolio del poder militar estadounidense al equilibrio del poder. Esto detonó una nueva fase de guerra fría.
En contraste China, a lo largo de la primera década del siglo XXI se dedicó a comprar deuda externa de Estados Unidos a otros países del Medio Oriente, aumentando el nivel de dependencia económico del país norteamericano. También conformó bloques con otras economías llamadas emergentes y fundó las BRICS, junto a Brasil, Rusia, La India y Sudáfrica. Además, en las segunda década de 2010 reconstruyó la Ruta de la Seda para agilizar el comercio de productos chinos y dirigió una fuerte campaña comercial con países de distintas partes del mundo. Esto hizo que China se posicionara como la primera potencia económica, por encima de Estados Unidos y la Unión Europea (UE).
También hemos hablado en otras entregas sobre la creciente preocupación de China por el empleo de armas biológicas como virus en el actual escenario de guerra. Sus alianzas estratégicas con la OMS (2013) y su motivación a los países de las BRICS para que inviertieran tanto en saludo pública como en investigaciones sobre la medicina tradicional de cada país. En otros artículos les hemos narrado como la guerra fue aumentando la intensidad en 2018, cuando Donald Trump impuso una serie de aranceles a productos chinos y china respondió con otras medidas proporcionales, desatándose así una fuerte fase de guerra comercial.
Para finales de 2018, ya lo hemos dicho también, Donald Trump solicitó una tregua al presidente de China Xi Jinping y este la concedió, ante el abrupto descalabro de las empresas estadounidenses. Sin embargo, para mayo de 2019, de la guerra comercial se desató un rama más: la guerra tecnológica. Estados Unidos acusó a una empresa que es propiedad de trabajadores y trabajadoras Chinas, Huawei, de realizar espionaje a través de sus móviles y su discurso y peticiones de sanciones fue seguido por Canadá, donde se detuvo arbitrariamente a la vicepresidenta de Huawei, Meng Wanzhou, y por la Unión Europea.
China, por su parte, amenazó tácitamente con dejar de comerciar con el mundo sus tierras raras. Elementos que son necesarios para producir desde pantallas y controles remontos hasta misiles. Estos recurso existen mayoritariamente en China, pero también en algunos otros países como Bolivia, entonces gobernada por Evo Morales. Además del control del litio, para la confección de baterías para los automóviles eléctricos, el acceso a las tierras raras fue otro motivo geopolítico por el cual Estados Unidos propició un golpe de estado en el país sudamericano.
En el fondo, la guerra tecnológica se entabló entre élites mundiales dedicadas a las telecomunicaciones en medio de una carrera que había ganado también China: el desarrollo de la tecnología 5G. Si embargo, el COVID-19 trajo un elemento nuevo al contexto de guerra mundial y tanto Estados Unidos como China jugaron sus cartas. China sostuvo un discurso de acuerdo con el cual debe anteponerse la salud a la economía, promovió las cuarentenas radicales, reguló el primer brote y contribuyó con el mundo, mediante asesorías, investigación conjunta y ayuda humanitaria de alimentos y medicinas para contener la pandemia. En contraste, Estados Unidos se negó a aplicar cuarentenas hasta que la situación fue incontenible y el virus había contagiado y acabado con la vida de miles de personas. Además, empleó el COVID-19 como arma de guerra al mantener y encrudecer bloqueos de acceso de alimentos y medicamentos a países como Irán, Siria, Yemen, Cuba y Venezuela. Para contrarrestar los efectos de estos bloqueos, China ha ofrecido a muchos de estos países, préstamos que les han sido negados por el Fondo Monetario Internacional (FMI), debido a la influencia de Estados Unidos.
En medio de estas circunstancias, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización de las Naciones Unidas (ONU) se inclinaron más por las tesis chinas para la contención de la pandemia. Esto provocó un desplazamiento de Estados Unidos como un agente de influencia directa en la toma de decisiones políticas internacionales y un aumento del poder chino en el plano de la política mundial. Estados Unidos reaccionó ante esto bloqueando los aportes del país a la OMS y amenazando con la necesidad de reformular la ONU y esto evidenció aún más el grado de beligerancia de una potencia mundial en declive de poder económico y político.
Estados Unidos también empleó el COVID-19 como una arma de guerra mediática en contra de China. Los discursos predominantes en Estados Unidos culpan a China de la pandemia del COVID-19, esto para generar un sentimiento anti-chino en el ámbito mundial y para promover tanto sanciones como una posible guerra directa con el país asiático. En síntesis, Estados Unidos promueve sancionar a China por una cantidad similar a la deuda externa de Estados Unidos con China. O sea, Estados Unidos ya no tiene otros medios para tratar de contrarrestar la supremacía económica del gigante asiático que no sean el no pagar la deuda o hacer que China pierda grandes cantidades de riqueza.
En medio de este contexto, han venido aumentando las tensiones en el mar de China. Un espacio territorial tradicionalmente controlado por China, pero en disputa con otros países como Vietnam y Filipinas. Muy cerca de ahí existen bases militares estadounidenses y en otras entregas hemos evidenciado como en medio de una acusación infundada de acuerdo con la cual China había creado el virus en un laboratorio, Estados Unidos y Australia comenzaron a hacer ejercicios militares conjuntos en la región.
La tensión bélica en el mar del Sur de China ha venido en aumento. El jueves 11 de junio, tres portaaviones estadounidenses se juntaron para realizar operaciones conjuntas en el sitio. Esto podría abrir el paso a arribo de más fuerzas navales estadounidenses y a mayores tensiones con la armada china.
Estos actos de provocación fueron seguidos de una nueva oleada de sanciones económicas que afectó principalmente al sector agrícola estadounidense. Para Pekín, Washington es una fuente de inestabilidad en la región en la cual está aumentando sus fuerzas para retar a China, pero asegura que china no va a ceder en la defensa de sus intereses en la región. Estos portaviones podrían amenazar los barcos y los soldados chinos que se encuentra ubicados en las islas cercanas y China no descarta realizar más maniobras de simulacro o el empleo de armas de destrucción para actuar defensivamente en contra de los portaviones. Otra medida similar ha sido el anuncio de China de su intención de abrir bases militares en Argentina y en otros países de Nuestra América.
En este contexto, se ha programado negociaciones bilaterales en una base militar estadounidenses, ubicada en Hawai. A pesar de que estas negociaciones podrían conducir a una desescalada de las tensiones bélicas, podría deteriorar aún más las fracturadas relaciones diplomáticas, comerciales e incluso militares. Estados Unidos ha elegido para negociar a Mike Pompeo, su secretario de estado, quien ha sido uno de los principales críticos de China y ha empleado contra el gigante asiático la añeja retórica de la segunda mitad del siglo XX, afirmando que en China no hay libertad de expresión ni democracia, a diferencia de en Estados Unidos…
En estas negociaciones se deliberará sobre varios asuntos secretos que podrían determinar el futuro del mundo. Previamente, Mike Pompeo se había reunido vía videoconferencia con Josep Borrell, el jefe de la diplomacia de la Unión Europea (UE) y este ha propuesto un diálogo sobre los retos que plantea China y cómo enfrentarlos. Entre los puntos a discutir se encuentran la legislación de seguridad en Hong Kong y la soberanía de Taiwán, así como todos los aspectos económicos y políticos.
En todo caso, de acuerdo con Anatoli Antónov, en una entrevista para la agencia de noticias TASS, “los planes militares estadounidenses están dirigidos abiertamente a disuadir a Rusia y China. Se nos ofrece el concepto de rivalidad entre grandes potencias, de hecho, esto se traduce en una carrera armamentista”. Por su parte, Kay Bailey Hutchison, embajadora de Estados Unidos ante la OTAN, ha declarado que “China podría ser un socio pacífico, un buen socio comercial, pero no lo está demostrando en este momento, y creo que los socios de la OTAN están viendo esto, y la OTAN también está comenzando a evaluar lo que China está haciendo”. Finalmente, el legislador republicado Mac Thornberry presentó un plan al Congreso para invertir $ 6 000 000 000 en el Comando Indo-Pacífico de Estados Unidos, como un fondo para aumetar el poder de disuasión contra China.