K’ara simi (III)

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En el foro sindical de Huanuni, un compañero de interior mina preguntó: “¿Hasta cuándo va a continuar el prorroguismo de los dirigentes de nuestros entes matrices?” Los candidatos coincidieron en lo anómalo de la situación, desde hace seis años no se ha convocado al Congreso Nacional Minero, que debe realizarse cada dos años.

El movimiento sindical minero ha sido reconocido por la esencia de su democracia. Más allá del formalismo, su amplia capacidad deliberativa en los congresos y las asambleas de base constituía el cimiento de la unidad de diversas tendencias en torno a las decisiones tomadas, que se traducía en la unidad de acción del conjunto de la clase. Viene a la memoria la asamblea general en el Teatro al Aire Libre de La Paz, en las Jornadas de Marzo de 1985, cuando la dirección nacional estaba en capilla: 10.000 mineros deliberaron, conducidos por el Comité de Huelga.

La base de la unidad de los movimientos sociales es la línea política y su plataforma de lucha. En la dinámica social, estas no son permanentes y merecen ser ratificadas, actualizadas o finalmente cambiadas; solo un análisis dialéctico, con la participación de todos y todas, puede dar una línea correcta, por eso se impone el mecanismo deliberativo como eje articulador de la organización sindical. En la historia del movimiento minero, en momentos de crisis se hacían urgentes estos eventos: el primer congreso extraordinario minero (1946) se dio cuando la oligarquía asesinó a Gualberto Villarroel; desamparados de su tutor, los mineros buscaron su propia opción e incursionaron en la vida política, participando en las elecciones parlamentarias de 1947, ganando dos senadores y seis diputados. El segundo congreso extraordinario se realizó en 1986, después de la derrota de la Marcha por la Vida, cuando se había iniciado la debacle de aquel gigante de la historia nacional.

En todos los eventos de la histórica FSTMB, la comisión política era la que atraía la atención de todos, la dirigencia era producto de la construcción de la línea. El último congreso minero (San Cristóbal 2015) aprobó el documento Frente a la conspiración reaccionaria, los mineros en la lucha revolucionaria. En este documento explícitamente se apoya el proceso de cambio que, una vez aprobada la nueva Constitución, tiene un carácter anticapitalista, antiimperialista y su propuesta de vivir bien se identifica con las propuestas socialistas de los mineros.

Sin embargo, el documento condiciona la participación activa en el proceso a la elaboración por parte de los mineros de una política para el sector. Al presente no existe esta propuesta, la que debería salir de una conferencia. Sin embargo el movimiento minero ha ido tomando puestos de responsabilidad en varios eslabones del Estado, sin dar a estos órganos una orientación propia, siendo su acción, la mayoría de las veces, de adscripción a propuestas de la burocracia estatal. Por ello, pedir informe sobre lo realizado no tiene sentido si no se han fijado anteladamente los objetivos.

La gran victoria del neoliberalismo ha sido la orientación dada al sentido común, es decir, los propósitos que le damos a la vida; hay que alabar el individualismo, aprovechar la oportunidad, la acumulación de riqueza individual, aún a costa de pisotear a sus semejantes. En este contexto se relegó los principios del bien común, de la solidaridad, del cuidado de la vida y la dignidad. Reponer los valores del bien común y la solidaridad, hasta de la construcción de la Patria misma, requiere de una profunda reflexión sobre la crisis civilizatoria que vivimos, donde el crecimiento y la acumulación del capital destruyen sociedades y la naturaleza. Solo la reflexión, el debate y la lucha social (por una mayor igualdad, contra la corrupción, la ineficiencia, etc.) será capaz de generar un nuevo sentido común.

En esta búsqueda hay que definir cuál es el rol de la industria minera y de sus trabajadores; urge el debate.

Vivimos una revolución democrática, esta debería ser el parámetro para nuestra acción sindical. En ese sentido, debemos modificar las prácticas como el Congreso Minero, para centrarse en discutir los problemas del país y de los trabajadores, a formular una plataforma de lucha. Sus conclusiones debieran ser puestas a conocimiento de las bases, donde los postulantes al nuevo Comité Ejecutivo Nacional deberían explicar las conclusiones del Congreso, eligiéndose en forma directa por las bases a los hombres y las mujeres convencidos y capaces de ponerlo en práctica, sin cuotas ni privilegios para nadie. Este proceso es producto de la lucha de las organizaciones sindicales: debemos construir la más pura práctica democrática y participativa.

José Pimentel Castillo fue dirigente sindical minero.

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