Tres cositas sobre el Che
Un excelente programa transmitido por la página de Insurgentes fue dedicado al natalicio del guerrillero heroico esta semana, y aunque quería dedicar esta página a la hipocresía liberal de Mesa, no quiero perder la oportunidad para dedicar también, a mi manera, algunas ideas a un hombre todavía imprescindible para la construcción de una nueva patria, que no sólo será boliviana, sino nuestroamericana.
Hay tres cosas que debo destacar del Che Guevara: primero, su apuesta por un tercermundismo solidario; segundo, su confianza en la necesidad de la construcción de un hombre nuevo que sea capaz más allá de la ley del valor impuesta sobre nosotros; y tercero, su rigurosidad filosófica para comprender el mundo a partir de las herramientas legadas por Marx a nuestros pueblos.
En nuestro partido conviven varias corrientes políticas, todas necesarias para la creación de una propuesta original que haga del socialismo boliviano uno propio y original (excluyo, por supuesto, a la de los oportunistas, que de hecho le son más útiles al enemigo) Entre ellas, una fundamental es el Latinoamericanismo que comenzó a emerger con fuerza gracias a los ejemplos de Cuba y Venezuela durante la década pasada. En menos de lo que canta un gallo, teníamos a Ecuador, Brasil y Argentina de nuestro lado, impulsando la CELAC, como radical desafío al ministerio de Colonias gringo establecido en la OEA. Éste movimiento hacia la construcción de un bloque regional nuestroamericano era justamente lo que Guevara planteaba cuando lanzó su mensaje a la Tricontinental, sólo que mucho más amplio, exigiendo que se reconozca la necesaria amistad que debe surgir entre los pueblos explotados por el imperialismo, llamando a crear dos, tres Vietnam, en vez de abandonar a esa nación a su suerte, que es lo que efectivamente hicieron muchos partidos comunistas. O nos salvamos todos, o acá no se salva nadie.
Dijo, en una ocasión: «…solamente hay un enemigo común que reúne todas las enemistades que puedan caer sobre nuestro pueblo: es el que significa asesinato, represión política, opresión económica, distorsión de nuestra economía, y ese enemigo es el imperialismo.»
Ahora bien, su tercermundismo estaba orientado hacia una dirección en particular: el socialismo, tal como soñaron también Domitila Barrios y Marcelo Quiroga Santa Cruz. Fue la hipocresía liberal de nuestra intelectualidad boliviana la que trató de obviar esa particular propuesta de nuestros dos mártires nacionales. ¿Por qué no se lo pueden tragar al Che? Al que siempre tratan de vulgar terrorista, como sí lo son la mayor parte de sus líderes. Pues porque el Che decía socialismo en voz alta, y de paso le daba una presentación alegre y atractiva, la de nuestros hermanos cubanos y su Revolución parteaguas, épica, sí, pero también alegre, solidaria, con olor a tabaco y café y al son del merengue. Éste socialismo se diferenciaba del desarrollado hasta entonces en el campo soviético por su énfasis en los factores subjetivos de desarrollo, que partían de un hombre nuevo, que trabajaría no para hacerse rico sino para servir a su sociedad. Ideo un sistema de motivación basado en el reconocimiento y honor social en vez de la palanca de la ley del valor para inspirar al trabajador cubano. Y ese sistema sigue ahí, y nos acompañó muchos años de la mano de los médicos cubanos, del Yo sí puedo y su apoyo solidario en cada una de nuestras crisis.
Singular importancia le debemos dar nosotros los bolivianos a ese bonito ensayo escrito por el Che titulado El socialismo y el hombre nuevo en Cuba, pues tal como sucedió allá, la relación entre el individuo y la colectividad debe ser diseñado de nuevas formas, para construir también acá nuestro hombre nuevo.
Y finalmente quiero destacar que, como socialista, como marxista leninista, el Che fue implacable. Escribió incluso una sentida biografía sobre Marx algo difícil de conseguir en nuestro suelo, pero que sería útil revisar si fuese posible. Su apuesta por el socialismo no fue dogmática. Sus primeros escritos juveniles de hecho expresaban cierto escepticismo por el marxismo tal como se expresaba en la URSS, pero sus subsecuentes viajes por Latinoamérica le dieron una nueva dimensión a su visión del marxismo, que trató de desarrollar luego como ministro de Industrias y luego como director del Banco Central de Cuba. Su comprensión de Marx era cabal, razón por la cual se puede decir que incluso se adelantó a algunos grandes representantes del marxismo latinoamericano, al identificar la relación directa entre la opresión imperialista sobre Latinoamérica y la razón de nuestro subdesarrollo. Su crítica a la Alianza para el Progreso es imprescindible para comprender nuestra realidad hasta el día de hoy.
Estas son tres cosas que quiero rescatar de él.
Carlos Moldiz